Cuando me pongo a pensar cómo podría encontrar a mi hija, siento que estoy sobre una roca y alrededor hay un abismo donde habitan enormes monstruos. La policía dijo que debíamos esperar dos días para reportarla como desaparecida. Esa noche no dormí. Ni mi esposo. Estuvimos buscándola en toda la ciudad. Algunos de sus amigos de la preparatoria nos ayudaron, pero hasta la fecha no la hemos encontrado. La última vez que la vieron fue en casa de su amiga Melisa, había ido a pedirle dos pesos para completar lo del transporte de regreso a casa, pero nunca llegó siquiera a la parada del camión. A veces pienso en los posibles lugares donde podría encontrarse y no sé, prefiero que Dios la tenga en su santa gloria antes que sea carne de placer, como según nos dijeron que vive.
Yo solo quiero decirle a mi cachorrita que me perdone por no hallarla. No he perdido la esperanza de encontrarme otra vez con su mirada. Nunca había pensado que pudiera estar muerta, hasta que el pendejo de mi vecino dijo que a las desaparecidas las violan y las siembran en las mentadas narco fosas. Primero, pa no abrir la investigación, el gobierno dijo que ella se fue por voluntad propia, pero no duramos mucho alegando para hacerles entender que no era cierto. Iniciaron una supuesta investigación y para concluirla rápido, dijeron que estaba muerta. Todos se conformaron con ese discurso oficial, excepto mi vieja y yo. Luego, gracias a los organismos internacionales, la revivieron. Las llamadas anónimas y los mensajes de Facebook han demostrado tener más credibilidad que los burócratas. De todos modos seguiremos buscándola hasta acabarnos los recursos. Ya vendimos la casa, me salí de trabajar para cobrar el finiquito y de pura lástima el patrón volvió a contratarme. Los organismos internacionales nos siguen ayudando pero sin buenos resultados, dicen que en México se manejan así las cosas. Los medios han publicado reportajes y hasta ya salimos a nivel nacional, pero nadie actúa. Todos piensan: “oh, qué horrible caso” y luego van a cenar. Aunque digan que no se puede contra lo que no se puede, nosotros seguiremos buscándola.
No hacía mucho que le había llegado la regla a mi hija. Me lo contó con miedo, aunque sabíamos que era inminente. Hablamos del sexo y la precaución. Era virgen. Le gustaba un niño que venía de la Ciudad de México. A él también le gustaba ella, lo supimos cuando nos ayudó a buscarla, se sentía culpable porque esa noche fue a verlo jugar futbol. Él regresó con el equipo y ella, por vergüenza a pedirle dos pesos, fue con Melisa. Camino a la parada del camión fue donde desapareció, lo confirmamos a los diyitas con unos perros de búsqueda que nos prestaron. Una llamada anónima nos dijo que tres sujetos la subieron a una camioneta. Cerca de allí había una cantina recién inaugurada como table dance, de nombre “Las Nubes”. Antes que se cumplieran las horas en las que pudimos denunciar la desaparición, fuimos a preguntar si la habían visto pero el encargado nos corrió del lugar. Regresamos llorando. Después de todo este tiempo, no se me ocurre otra cosa más que rezar.
¿Quién buscaría a una sola desaparecida ante miles de ellas? Me siento impotente. Esto es una realidad que no se acerca a las películas donde secuestran a una niña y un espía superdotado se encarga de eliminar a los malos. Nosotros no tenemos poderes y ni siquiera sabemos diferenciar entre buenos y malos. Pinches políticos a puras vueltas nos traían. Andábamos sin poder dormir, sabiendo que fue hurtada, esperando noticias, hasta que llegó otra llamada y dijeron el nombre de Chuyito. Él la había secuestrado. Con el paso del tiempo supimos que ese tal Chuyito era un cholo esquizofrénico que le gustaba hacer delincuencia, sobrino de El Rudo, un bato que era contador del cártel y dueño de “Las Nubes”.
De mi niña sabemos todo y a la vez nada. Nos costó mucho trabajo enterarnos de las cosas y bastante tiempo. Por ejemplo, integrantes del grupo antisecuestros confesaron tres años después que sí habían localizado a mi hija, pero su jefe estaba involucrado con el cártel e impidió recuperarla. Nos ha costado mucho trabajo digerir el odio de los hombres. Sólo Dios sabe por qué pasa esto. Supuestamente, mi hija fue un regalo de El Rudo, por un mal movimiento contable que le hizo al cártel. Ella se convirtió en la mujer de cama del líder. Vivía encerrada en una casa y todo lo que hacía era acostarse con el jefe. Nos dijeron que él era bueno con ella y nadie más podía tocarla. Esa noticia, que nos dio una mujer, me tranquilizó un poco, pero cuando supimos que la marina mató al jefe, nos alarmamos por lo que pudiera pasar con ella.
Cuando mataron al líder del cártel, otro más heredó la plaza, pero no heredó a mi cachorra. Nos volvimos a levantar de la resignación y buscamos al gobierno. No tuvimos respuesta. Fue cuando comenzó la supuesta guerra contra el narco. Todos andaban asustados pero a mí ya nada me espantaba. Fui a dar hasta con los militares, me dijeron que no encontraron el ex pediente porque hubo cambio de gobierno. Se rieron de mí pero unos días después, recibimos una hoja bajo la puerta donde decía que la señora que administraba “Las Nubes”,una tal Lorena, hermana del Rudo, era amante del comandante de la zona. La señora de los Derechos Humanos dijo que andábamos jugándonos la vida con información muy delicada de enemigos que no estaban a nuestra altura. Mi hija tiene información que puede comprometer al cártel y a políticos, por eso hasta podrían matarla. Sólo Dios sabe por qué pasan las cosas.
Nos dijeron que estaba viva. La sociedad supo que la seguíamos buscando a pesar de los años. Yo estaba rezando frente a un retrato hecho a computadora de cómo sería mi hija en la actualidad. Pasaban de las doce de la noche, recuerdo que el frío se impregnaba en los poros de mi piel, alguien tocó la puerta y mi marido salió a ver. Era un muchacho que nos dijo el rumor de que la llevaron a New York junto con algunas muchachas de “Las Nubes”. Un montón de emociones se licuaron dentro de mí. Sentí que derramé bilis negra, lo juro, y un hedor rancio brotando desde mis entrañas.
Estaba dispuesto a reclamarle al comandante, a dar mi vida por la libertad de mi cachorrita, pero mi esposa me detuvo porque no me quiere perder. Somos lo único que nos queda. Volvimos a caer en depresión. No dormíamos, no cenábamos. El muchacho al que fue a verlo jugar fut bol ya se iba a casar, nuestros amigos siguieron con su vida. Los años pasan y todo cambia, pero nosotros no, hasta la fecha seguimos estáticos. El gobierno no iba ir a New York a buscarla. Después se nos ocurrió que quizá allá sería más fácil rescatarla. Estábamos ahorrando para ir y mi esposa ya había aceptado mi viaje, pero en el transcurso del tiempo nos llamó una mujer muy extraña, diciendo que mi hija ya estaba en México. Estuve a su lado, nos dijo, nos tenían en una casa donde llegaban militares, políticos, músicos famosos, hasta sacerdotes, nosotras éramos el producto, yo logré escapar, pero su hija no pudo, antes era concubina del jefe pero él ya murió, ahora es de todos ellos, y colgó.
La última vez que la vi fue en el comedor haciendo una tarea. Yo estaba dormida y sólo me levanté para ir al baño. Me dijo que iría a un juego de futbol y me pidió dinero para el camión. Mi esposo no había llegado de trabajar. Le di los únicos diez pesos que tenía y me despedí. De haber sabido que iba ser el último adió s, no me hubiera echado a dormir tan tranquilamente. Ahora es de todos ellos y no de nosotros. Donde sea que se encuentre mi hija, sé que no es feliz y eso me causa una tremenda impotencia. A veces pienso que todo es una pesadilla y despertaré con su sonrisa iluminando todo, pero la realidad es esta, las cosaspasan y el tiempo también, ahorita mi hija tiene veintisiete años. Si la historia fuera diferente quien quite ya tuviera nietos. Por eso siento puro rencor por los hombres. Dicen que las flores se marchitan y la esperanza muere al último, y es cierto, ahora lo siento, no son simples frases, sino verdaderos sentimientos.


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