
Cassirer dice que el hombre es un animal parlante, o sea, que se puede comunicar con los demás básicamente por medio de símbolos, y que suele estar hablando consigo mismo. Esa diferencia entre hombre y animal es inacabada porque los animales también logran comunicarse; sólo que les falta la capacidad que tiene el hombre: pensar lo que se dice (o en el caso de los animales, lo que se quiere expresar) y reflexionarlo, para así construir el lenguaje.
Para llegar al lenguaje se debe pensar, y el pensar, no necesita en esencia el sentido del VER. El ciego no puede desarrollar completamente su pensar, pero no porque no pueda ver las cosas en las que piensa, sino porque no tiene los fundamentos del saber escrito, que entra por medio del razonamiento, luego de no tener la relación adecuada de significación y cosa. Las letras escritas nunca han sido tan fundamentales como la pronunciación de las palabras; todas las sociedades se han comunicado fundamentalmente de manera oral, hasta que Gutenberg inventó la imprenta, y revolucionó la información. Fue un salto increíble porque la transmisión de ideas escritas se convierte en algo accesible para todos.
Después se inventaría el telégrafo y las distancias se acortarían, luego el teléfono, haciendo que la distancia se agudice aun más. La llegada de la radio hizo a la comunicación ya completamente inmediata y fácil de distribuir en las casas. La radio sigue siendo casi benévola, no menoscaba en la naturaleza simbólica del hombre porque se expresa con palabras.
Libros, periódicos, teléfono, radio, constituyen la comunicación lingüística, inocuos al poder cognoscitivo (visiones de la realidad). El rompimiento se da en la llegada de la TELEVISIÓN, que como lo dice su nombre, es ver desde lejos. La función de la televisión es “llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. Y en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen”. La imagen habla, pues. Y como consecuencia, el hombre, de ser homo-sapiens, producto de la cultura escrita y raciocinio de lo que escucha, dice y mira, se convierte en homo-videns, en donde la palabra es sustituida por la imagen y esta entra meramente al cuerpo cognoscitivo por la sumisión de los sentidos y del poder de la razón impuesta, que en este caso, se convierte inevitablemente en agraviante de las masas y proveedora de interpretaciones erróneas de la realidad.
La gran portadora y proveedora de imágenes es por vocación la televisión, que nos incita y nos obliga a identificar miles de imágenes que observamos una y otra vez sin hincapié en el contenido. Así, fácilmente el mundo se ha convertido en una imagen, porque hacia donde vayamos nos encontraremos una serie de imágenes y símbolos que, regularmente, son vanos cuadros que hay que consumir.
Los niños aun no aprenden a leer ni escribir y ya logran identificar lo que hay en la TV. Es de suma importancia que los que están detrás de las televisoras adopten la postura correspondiente, sin aguar la información maquillándola. Información es formación –de ideas-, y el mundo está, más que evidentemente, deformado.
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