Por ese eterno deseo insatisfecho

Percibimos la realidad, la interpretamos; despues la criticamos y la analizamos, luego proponemos y la transformamos.

martes, 15 de junio de 2010

mierda

Ella se pasea por el lado oscuro de su colchón pensando en qué agonía dudosa cometería la siguiente noche. Compra un vestido caro de sueños baratos, eso está indiscutible. Tendrá que afrontar la situación de convencer al timorato colega a usar calzado respetable para la gran noche. Ninguna noche jamás había sido tan impetuosa.
Él sufre gripe y un poco de tos, se emborracha, se empalaga y fuma de melancolía, pensamientos y amigos. No puede llegar a fondo de bikini por falta de dinero, pero lo intenta con un inexplorado atajo, ese atajo de la vida que jamás ha sido encontrado. Cansado mejor se queda dormido.
Ella despierta sin desayunar porque leyó en la prensa local que el desayuno es un producto de la mercadotecnia, en concreto: un invento de un cabeza de los cereales. Un tanto ideática, sin culpa. Él despierta ignorando que su amor, ese eterno deseo insatisfecho, jamás fue, es, ni será valorado. Aunque también piensa que el amor es invaluable, curioso aprieto. Y sigue con tos y gripe. Ella de dirige -en camión- al salón de belleza y un niño la besa, cuestiona su suerte. Le platica a su amiga y le dio un aconsejo: que también lo hubiera besado; ya para qué me lo dice y para qué lo besaría, pensó ella, es puro contacto físico-carnal. Otra vez se mostró otro tanto ideática. Él se baña solo (tuvo que calentar agua porque su tos y gripe progresaba) y cuenta con más suerte, nadie lo besa. Se dirige a la fiesta (enzapatado y aburrido, sin olvidar sus enfermedades y el síntoma del sueño y la resaca que intentó curar con cerveza), la gran noche había llegado. Ella sale con medio kilo de plástico en el cuerpo, desde la frente hasta las piernas. Él sonríe y por poco se le sale una contingente e imprudente flema por la nariz. Llegan, bailan y sólo Él toma cerveza. Gasta su dinero, su saldo del celular y su escasa energía. Los dos quieren besarse pero sus valores y principios juegan a ser disidentes a ello, sus deseos frágiles no podían hacer nada. No son novios, sólo simulan serlo. Él se decide y de alternativa arroja un comentario al aire sobre la posible congregación. Ella se lo niega rotunda, grotesca, descarada, sonrientemente; que obviamente no serán novios. La noche no es joven y se deben ir. Se van confusamente agarrados de la mano por un camino a media luz. Ella se hace preguntas sobre el chico que la besó. Él cabizbajo, pisa mierda de perro, pareció ser el resumen del día. Exclamó en su interior: ¡Mierda!

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