Por ese eterno deseo insatisfecho

Percibimos la realidad, la interpretamos; despues la criticamos y la analizamos, luego proponemos y la transformamos.

miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Quién carajos es Jonhy?

Era noche lluviosa. Y fría; de enero, y Raymundo no dominaba aun el sueño, era incapaz de tener esa cosmovisión del mundo real. Tenía insomnio pues. Aparte de la falta de sueño, algo andaba mal, su cara lo delataba: mentón largo, boca absolutamente cerrada y sus ojos caídos, como si hubiese fumado de su habitual ‘yerba’. Su padre no había llegado del trabajo, en realidad eso era lo que le inquietaba a Raymundo esa noche que parecía tétrica pero en realidad sólo era lluviosa, porque las películas que había visto por cablevisión le hicieron pensar que las noches lluviosas son lúgubres, al igual que a sus amigos y a los amigos de sus amigos. Su padre que siempre llega a las seis de la tarde, ese día no llegó. Eran las once de la noche y no aparecía, supuso que si salió de algún bar a las diez, llegaría a las once, porque el tiempo para llegar a su casa implica una hora, pues vive lejos del centro de la ciudad, en los suburbios, uno de esos barrios obreros que a nadie le importa.
Pues bien, el padre de él no había llegado y estaba desesperado; abrió el libro La metamorfosis y no tuvo ánimos de leerlo, sólo miró algunos dibujos de hombres-cucarachas, bajó a tomar agua, el agua sabía metal; subió de nuevo a su cuchitril y se sentó a tocar la guitarra, por simple desviación mental. Los malos pensamientos llegaron: se preguntaba si su padre, en donde sea que esté, si estaba bien; ¿no se habrá tomado algunas cervezas y mareado en la calle y en efecto algún carro lo atropelló? ¿No lo habrán levantado algunos pelafustanes para vender sus órganos en el mercado negro?
En fin, Raymundo seguía pensando lo peor. En una de esas monótonas vueltas del círculo de sol, entra su papá y le da un beso en la cabeza, se saludan cordialmente como siempre lo han hecho, como si fueran las cuatro de la tarde. Su padre entra a la regadera y después se va a la cama con Doña Susana. Raymundo recuerda que hay que llevar dinero extra a la escuela por la eminente visita al acuario de la ciudad. Muy imprudente entra a la habitación de sus padres, ya estaban completamente dormidos, decidió no despertarlos y antes de que pudiera salir, su padre –dormido- repitió: “Jonhy”, Raymundo trató de averiguar quién era Jonhy, su padre sólo contestaba: “Jonhy, mi querido Jonhy. Dónde estás Jonhy, no te escondas Jonhy, ya te vi enteco”. Raymundo no supo qué quería decir con “enteco’, muy confundido y basado en el subterfugio de un sorpresivo dolor en la espalda, se recostó y cuestionó su contingencia: “¿A quién habrá besado mi padre antes que a mí? ¿Quién carajos es Jonhy?”

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