Por ese eterno deseo insatisfecho

Percibimos la realidad, la interpretamos; despues la criticamos y la analizamos, luego proponemos y la transformamos.

martes, 6 de abril de 2010

El secreto de Raymundo

Sus cabellos estaban accidentalmente amarrados en la cabecera de la cama cuando Doña Susana, la madre de Raymundo, lo llamó para que desayunara. No era ni las siete de la mañana cuando él ya pensaba en aquello que lo hacia vibrar, un fuerte entorpecimiento del cuerpo con una cálida sensación genital. En aquél desayuno frio de noviembre, al ver dos huevos estrellados y una tira de tocino en el medio de estos, misteriosamente se enteró cómo y qué hacer para sentir más fuerte la sensación genital con la ayuda de su torpe y apaciguado cuerpo, en especial las manos. Después de la escuela, con la privacidad de su cuerto oscuro, el poder mental para concentrarse en lo que desea y sobre todo, en las caricias de su cuerpo tangible, más tangible que nunca; sus ojos se blanquearon ocasionalmente, su pulso se aceleró y el pie derecho vibró desmesuradamente por un minuto.

Raymundo, naturalmente, sintió que había hecho el más grande descubrimiento a sus cortos y a la vez largos doce años. Doña Susana se preguntó por qué su hijo habla mucho con su padre, por qué dura horas en el baño, cómo fue que de pronto su colchón se manchó y sobre todo, cuándo fue que perdió a su hijo, a sus doce años.

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