Por ese eterno deseo insatisfecho

Percibimos la realidad, la interpretamos; despues la criticamos y la analizamos, luego proponemos y la transformamos.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Los hijos de la Malinche

Este escrito se basa minimizadamente en la lectura del capítulo "los hijos de la malinche" del libro de Octavio Paz, El laberinto de la soledad.

Es cierto que como mexicanos sorprendemos al extranjero por nuestras ambiguas tradiciones, y no es por nada que los europeos tengan muchas ganas de estudiarnos, analizarnos y comprender la razón de nuestro compañerismo.



En México, nos han explotado de distintas maneras, aquí el campesino trabajó para comer y lo que es furtivo: trabajaba para que todos comamos. El obrero, a diferencia del esclavo, trabaja para asegurar la comida. Y el campesino actualmente en México: no es así -de que siempre le vaya mal- el grueso de ellos, si no la importación de productos los ha despojado de esa no buena ni mala tarea. El desleal TLC ha hecho que venda tomates, lo procesen los estadounidenses, y nos lo vendan más caro y embotellado, mutilando el producto nacional, como muchos ejemplos que podría dar.
El obrero tiende a quejarse más, a ser más aislado de la sociedad y a no preguntarse qué hará para sobresalir o por lo menos que si tiene probabilidades de alcanzar la libertad. “El obrero moderno carece de individualidad” (Paz, 2008;74).
La revolución rusa fue encabezada por obreros, a pesar que no era un país industrializado. La revolución que dirigió Mao, fue motorizada por los campesinos, y la revolución cubana triunfó con campesinos y obreros. Cada dirigente de cada revolución tenía ideologías políticas y ninguno luchaba por ningún interés personal. ¿Será por eso que la revolución mexicana no triunfó o no tuvo el resultado esperado?, ¿Porque Zapata y Villa nadaban en un río de penurias políticas?



Hablando de Mazatlán del siglo XXI. Es una pequeña ciudad con muy pocos obreros, por la falta de fábricas. En cambio, es una ciudad de trabajadores-empleados, por ser puerto turístico. El capitalismo, nos deja claro que no le importa explotar al máximo a un hombre con tal que sus ganancias se dupliquen. Asímismo, nuestro brillante gobierno no se preocupa por producir hombres, con valores y virtudes, creyentes de la patria y su grandeza; nos han abandonado en un mundo que nos llama “capital humano” y que nos obliga a serlo si queremos vivir. Un México (así como un Francia, un USA, un Japón, etc) que vive de deportes, spots y telenovelas; que la calidad de vida se basa en la cantidad de bienes materiales en posesión.
De este modo, la mayoría de las personas entramos en la necesidad de trabajar arduamente para una minoría de personas, y por medio de la publicidad nos obligan a trabajar si queremos sobrevivir en el mundo material. Al mismo tiempo hacemos y entramos en una sociedad débil (digo débil porque en mayo de 2009 se demostró: un pequeño virus llamado “influenza” provocó psicosis en el país) y sumisa, las grandes empresas absorben nuestro tiempo despojándonos de nuestra naturaleza humana para decidir y pensar, dicha naturaleza se denigra a través del alineamiento televisivo y demás trabas respecto a educación.

El recelo de un mexicano al otro es uno de los obstáculos más comunes de nuestro tiempo ante la cuestión: ¿Por qué no progresa México, por culpa de quién? Podemos decir que a un mexicano le da envidia que otro mexicano progrese, ese es un gran problema de nuestro tiempo. Al ver a un compañero progresar nos da envidia porque a el se le presentaron oportunidades que a ti no y muchas veces por algún conocido en el lugar donde lo ves triunfar. Pero, esa es una verdadera problemática tanto en el sistema como en la sociedad. En el sistema, debemos haber pobres para que haya ricos y el dinero circule; unos deben estar arriba y otros abajo. Y en la sociedad igual, pero no debe haber ese sentimiento poco benigno hacia el compañero sobresaliente, al contrario, tomar su ejemplo e intentar sobresalir, a ser mejor ciudadano crítico y hacer que merezcamos un buen gobierno, porque al final: cada pueblo tiene al gobierno que merece.
Las clases sociales en México son muy ambiguas, como el propio mexicano. Pareciera que hay una nueva clase social, una combinación de la clase media: clase media baja, media, media y media alta. Una clase enajenada y maquillada con deudas, aparentemente feliz.
Octavio paz habla del grito que nos une e identifica como patriotas, un grito patriotero, “viva México hijos de la chingada”, no hay grito más vulgar y más nacionalista. Lo impredecible del mexicano ha hecho ambiguo el significado de algunas palabras, como ‘chingar’ o ‘chingada’. Vemos que en Latinoamérica se usa la palabra para determinado adjetivo, cosa o acción, pero luego nos damos cuenta que en México se usa para muchísimas expresiones, cayendo en la dependencia del tono o del ánimo con el que se repite dicha palabra. Asimismo, los múltiples significados de ‘chingada’, nos dice el estilo de vida que ejerce el mexicano. Sin sentido y estilo propio, indiferente y conformista.
Al retroceder en el tiempo para conseguir etimológicamente la “chingada”, Paz hace énfasis en la colonia y en la Malinche, ya que la Malinche es la “chingada”, que no es otra cosa que “la mujer violada” y como ya sabemos: la Malinche no fue violada pero sí usada. Sin la Malinche, Cortés no hubiese podido conquistar a los indígenas.
El mexicano común y corriente suele olvidarse de su historia y a no preguntarse por qué nos llaman mexicanos y no mexicas. Es cierto que nos olvidamos de nuestra propia historia, quizás sea porque el mismo sistema así los dispone (con la noticia no tan nueva: en los libros de texto de primaria no se verá la conquista y la colonia). Adrián García dice con cierto acierto que “en los últimos años en el País y en nuestra misma entidad, razones políticas o de intereses no muy claros, se ha impulsado la reducción si no es la desaparición de la enseñanza de la historia, cortando de tajo la oportunidad de conocer y reafirmar nuestra identidad”
En México no sólo nos avergonzamos de ser mestizos, si no tampoco deseamos que nos llamen indios o españoles. Se ha negado a conocer su origen, el por qué de las tradiciones y costumbres; él sólo existe en su mundo negado a su identidad, él sólo compra ‘banderitas’ y va a dar el grito el 15 de septiembre como todos, sin preguntarse: ¿por qué lo hago? Si indagamos y comparamos la Independencia de México con la actualidad, podemos percatarnos que nunca hemos sido independientes. Con la deuda externa y la crisis financiera basta para saber que en México dependemos de otros países para su desarrollo. Y aunque después de la guerra de independencia, México ya no tuvo contacto político con España y por lo tanto se buscaba eliminar la tradición colonial, el mexicano no pudo dejar de creer en la virgen y en cristo, no pudo poner nombres indígenas (ya que para 1810, la inmensa mayoría ya se llamaba José, Luis, Juan, Pedro, etc.), así como no pudo cambiar sus tradiciones y costumbres. Sin embargo, en México no nos consideramos nada, sólo gente; cuando realmente nos sentimos mexicanos es cuando se radica en el extranjero y cuando juega la selección mexicana de fútbol. De lo contrario, sólo somos el mundo trabajando, y digo el mundo porque en México veo a todo el mundo, raza con genoma humano único, gracias a su conquista, invasiones, emigraciones e inmigraciones; por eso sólo somos personas en el ombligo de la luna sin saber qué hacer para que todos estemos conformes. De otro modo, bien dijo un alemán: “si tuviéramos la ubicación geográfica de México, ya fuéramos la primer potencia mundial”.

En Latinoamérica se dice: ‘En México son muy machos, aquí le suben un centavo a la tarifa de transporte y ya estamos inconformemente incendiando algo’.
Si bien, puede o no ser cierto esa conclusión, pero yo diría que más que en México, estamos hablando de la provincia, yo veo a un Sinaloa más sumiso que a un Guadalajara, por ejemplo.


El mexicano es muy malinchista, en especial, muchas veces prefiere las cosas o marcas ‘gringas’ a cualquier cosa hecha en Michoacán o en Oaxaca.
Aunque si comparo al mexicano promedio con el gringo promedio, me quedo con el mexicano: los gringos tienden a comer chatarrería rápida, careciendo de cultura culinaria, y el mexicano no, el mexicano tiene sus respectivos platillos con una serie de especias. Todo gringo está obligado a ir a centro comerciales como lo es wal-mart y consumir sintetizadamente, el mexicano más común va a la típica tienda de la esquina y compra su verdura, su carne, y hace un festín. Los gringos sucumbieron a vivir en soledad e individualismo, en departamentos o en casas con jardín con suficiente diámetro para tener su vida privada, pues más privada. Y al mexicano típico, la mayoría de las veces no le importa como sea su casa o que tan junta esté con la del vecino, pues mientras tenga donde quedarse, y si su vecino le pide la plancha prestada, la estufa porque se quedo sin gas o algún tendedero, éste cede a prestar dichos servicios.
El mexicano cuenta con cierto compañerismo extraño que ninguna nación tiene, más ‘valemadrista’ ante las injusticias sociales, ante las artimañas del amor o del sufrimiento, ante la responsabilidad de la escuela o del trabajo, podría decir que es muy indiferente, rico en espíritu en cuanto a ser feliz con lo que tiene y aprovecharlo.
Me tomo la confianza para decir que México dejará de ser feliz cuando le quiten su fútbol, la iglesia, la corrupción, la televisión y sobre todo, cuando le quiten sus fiestas.

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