Bruno se encuentra bajo la ventana de aquella chica de faldas largas que por años había soñado húmedamente, una morena insaciable con cuerpo de inmigrante y cabello de gitano, de suprema majestuosidad, era una perfecta mina de oro, se cuidaba sus más furtivos rincones del cuerpo, como representando un pacto con el creador de todo lo visible e invisible. Esa chica de dientes perfectos y caminado estrecho, era la que Bruno esperaba para llevarla a cenar, lástima que era una joven y promiscua testigo de Jehová.
Bruno no sabía que era más promiscua que ambigua, mas él tenía claro que si le proponía empezar el escarceo erótico, ella aceptaría, pues a sus 16 años no había mujer adulta que no le buscara. Sólo que Bruno no la quería hacer sufrir, pues su familia, Los Buenmiembro, tenía la fama de dos cosas: de hacer sufrir a las mujeres y hacerlas feliz. Depende de qué anchura de mujer lo diga.
Subieron al coche, a su lado había una pareja besándose con la música en alto, se apreciaba paulatinamente la extraña melodía de algún grupo argentino: no me importa si sos pobre, no me importa tu religión, sólo me interesa estar contigo algunas horas durante la noche, abrasarte, besarte y pasarla bien sin ver televisión, sólo imaginación. Sara, la susodicha promiscua, no le tomó importancia pero Bruno sí, por eso manejo cabizbajo hasta llegar al Yellow submarine, un restauran americano que se había inaugurado el pasado 12 de diciembre por el día de la virgen.
Una vez en el restauran, Bruno pensaba en la noche de pasión que le regocijaba la conciencia, por aquella canción del coche de enseguida, se aguantó y sacó platica sobre el clima, algo muy aburrido que duro más de diez minutos. Cuando terminaron de cenar, al pasar por el Motel Como Dios manda, Sara, después de bombardearlo con miradas sensuales, preguntó que qué seguía para la noche, Bruno contestó que ya iba a ir a dejarla a su casa porque estaba muy cansado e iba a ir a la escuela.
Al día siguiente Sara murió porque una salchicha se le quedó atorada en la garganta, pero antes de eso, había escrito en su diario: Bruno ni siquiera me tocó, yo quería jugar con él toda la noche, quería sufrir interminablemente.
Bruno sólo pudo decir: Todo lo que pude haber hecho sufrir


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