Los pelos de Genaro
Era el 26 de enero del 2010 y ya faltaban cinco minutos para la hora de entrada cuando Genaro, el dueño de esa sonrisa peculiar y pícara que estremecía a las chicas de la casa de enseguida, aun peinaba sus rebeldes y longevos cabellos; como era de costumbre, él se bañaba y desayunaba en diez minutos (cinco minutos para cada virtud), y se peinaba en los restantes veinte. Cuando en el pueblo se hablaba de la familia de Genaro, enseguida sicológicamente los colonos vomitaban pelos, nadie nunca supo por qué, ni Doña Juana, la curandera y clarividente social. Resulta que la madrugada de ese agitado 26 de enero, había soñado que le quitaban lo único que le traía placer: Sus cabellos. Su sueño fue algo raro, una de sus novias, Hortensia, tramaba un truculento suceso: quitarle esa cabellera que tanto molestaba al momento de hacer el amor.Durante su estancia en el camión, Genaro se mostraba inquieto y pensante mirando por la ventanilla, un jardinero sacaba sus poderosas y amenazantes tijeras para cortar sigilosamente las hojas que Genaro, relacionó con sus pelos. Para él todo era una señal, desde ver el desgastado pelaje del trapeador de Justo, el conserje, hasta la peluca de Homero, su maestro de Matemáticas. En el trance, Genaro claramente escuchó a su cabellera decir: "No dejes que nos corten, no te asustes, soy un pensamiento, producto de tu aburrimiento; pero por nada dejes que nos corten, somos tu vida". Ahora el problema estaba fuera de control como su barba, y aumentó cuando recordó que se acercaba peligrosamente el 14 de febrero, y la nostalgia; pues nada o muy tonto, tenía dos novias en el mismo vecindario, algunos dicen que es por la magia ambigua del cabello. Resulta que después de haber pasado un día de señales, llegó a su casa luego de ir a ver a Petronila, su otra novia. Cansado mental y físicamente se echó a dormir. Su madre, Doña Silvia, una mujer anciana que enfermaba estaba y que solía presumir que su familia venía de origen alemán (razón para que le llamaran la 'loca alemana'); estaba ansiosa de ver dormir a su hijo para poder cortarle con mayor facilidad sus pelos, y así divorciarse de los ‘argüendes’ y de las risas del pueblo. Agarró con la mano derecha las tijeras que le regaló su padre y con ímpetu placentero corto peligrosamente los pelos de Genaro. De ahí en adelante, Genaro ya nunca se volvió a ver en su caballo, presumiendo por todo el lugar que su pelo era más denso que el del animal. Ahora sólo se escucha la extrañeza y las cuestiones del pueblo, qué pasó con Genaro; los niños contestaban que se lo comió la tierra; los adultos creyentes sostenían que Jesucristo bajó y se lo llevó para hacerlo el "Dios del pelo". Y la minoría ignorante se mostraba indiferente. Lo que nadie nunca supo, fue que Genaro se encontraba bajo la cama lamiéndose el dedo de una mano y con la otra untándose frijoles con cebolla, que para recuperar su vida.
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