


Percibimos la realidad, la interpretamos; despues la criticamos y la analizamos, luego proponemos y la transformamos.
Sus cabellos estaban accidentalmente amarrados en la cabecera de la cama cuando Doña Susana, la madre de Raymundo, lo llamó para que desayunara. No era ni las siete de la mañana cuando el ya pensaba en aquello que lo hacia vibrar, un fuerte entorpecimiento del cuerpo con una cálida sensación genital. En aquél desayuno frio de noviembre, al ver dos huevos estrellados y una tira de tocino en el medio de estos, misteriosamente se enteró cómo y qué hacer para sentir más fuerte la sensación genital con la ayuda de su torpe y apaciguado cuerpo, en especial las manos. Después de la escuela, con la privacidad de su cuerto oscuro, el poder mental para concentrarse en lo que desea y sobre todo, en las caricias de su cuerpo tangible, más tangible que nunca; sus ojos se blanquearon ocasionalmente, su pulso se aceleró y el pie derecho vibró desmesuradamente por un minuto.
Raymundo, naturalmente, sintió que había hecho el más grande descubrimiento a sus cortos y a la vez largos doce años; a partir de ahí. Doña Susana se preguntó por qué su hijo habla mucho con su padre, por qué dura horas en el baño, cóimo fue que de pronto su colchón se manchó y sobre todo, cuándo fue que perdió a su hijo, a sus doce años.
Genero al no ver su bicicleta montaña con galón para portar agua, que tanto anhelaba; empezó lo que su madre le llamaba Infinita Tristeza, infinita porque para ella no tiene fin y tristeza porque no está feliz, respondía cuando los chilpayates de la vecina le preguntaban interesantes. Genaro corrió, corre y correrá más que un comerciante en domingo, fácilmente recorría 5 veces el pueblo sin interrupción alguna, pues no paraba hasta encontrar una pieza más para la razón que lo hacía andar tan rapido: una bicicleta que lo aliviara de tanto correr. Después de encontrar la pieza y echarla al canasto de tenía de pintado color negro "armar bicicleta", dormía pensando en el aire fresco de las montañas.
Entre el calor del día y el monótono ladrido de perros, Genaro Sabino, después de correr seis meses y 16 días; se percato que ya estaba lista su bicicleta.
Entonces desde ese día, Genaro no volvío a salir del cuarto de cosas olvidadas, excepto para necesidades biológicas próximas y cortarle las uñas a su abuela, que recientemente perdió el ojo derecho por consumir demasiada mariguana. Pasó exactamente 6 meses y 16 días dentro del cuchitril armando la soñada bicicleta. Cuando salió a disfrutarla, jamás iba a imaginar que el trator de su papá se iba a meter en su camino, matándolo a él y a su bicicleta. Las palabras que se le escucharon decir antes de morir fueron -mis meses desperdiciados.
fuente> El Pueblo